jueves, 19 de febrero de 2015

Formación en los centros escolares, del dicho al hecho...

(fuente: tuformador.com)

hay un gran trecho. 

Desde hace algunos cursos escolares (dos o tres, si mi memoria no me falla) se busca mejorar la formación del docente en activo, se pretende mejorar los niveles de éxito escolar por medio de una mejor cualificación de los profesionales que trabajan en la escuela y la verdad, es que me parece una buena idea. Esa formación se realiza en el propio centro escolar, siendo aceptado (de forma esporádica) alguna sesión fuera del mismo.

Todo lo que sea mejorar, seguir aprendiendo, seguir descubriendo estrategias que sean útiles y prácticas para la dinámica del día a día en la clase, creo que nunca debe faltar en un docente del siglo XXI pero... siempre hay un pero... ¿qué formación es la que se recibe? ¿quién decide el curso que se desarrollará en las jornadas determinadas en el calendario escolar?. Como siempre, la teoría dice que lo decide el claustro al completo, atendiendo (eso sí o así debiera de ser) las necesidades de mejora que presenta el centro escolar. Traduzco. Que si el centro se caracteriza por su alto nivel de multiculturalidad y esa característica es necesaria atenderla con mayor efectividad, se decide qué formación puede ir más acorde con esa necesidad para intentar paliarlo y mejorar. Pero esa es la teoría... en la realidad sucede varias cosas.

1º que no se haga nada por decisión general o imposición local

2º que los cursos de formación (esos que no son de teleformación y no los haces por tu cuenta, pagándolo en muchas ocasiones de tu bolsillo) no pretenden atender a ninguna de las necesidades del centro escolar, ignorando todas las anotaciones y sugerencias que se señalan en las memorias trimestrales de nivel/ciclo/etapa sino son meras cortinas de humo, con la que cubrir las horas y justificar la acción en sí misma (pues hay que ajustarse a lo que dice el papel)

3º que aún eligiendo un curso que pueda mejora la práctica educativa los participantes no están para la labor de implicarse demasiado, se deja pasar las horas en soliloquios, debates vacíos o "terapia grupal" sobre problemas con la clase en el día a día

Y sé porqué sucede. 
Primero porque como docentes nos cuesta mucho cambiar de posición y ponernos bajo la tutela de un formador, pero empeora cuando no hay un guía claro y visible. Si pretendemos aprender de todos y entre todos, tenemos un problema, nos quejamos de los niños pero es que nosotros tampoco es que lo hagamos mejor. No es tan fácil, cuando partimos de conceptos de educación diferentes, cuando tenemos experiencias profesionales diferentes y se puede estar en una etapa de la vida profesional muy dispar.

La solución, que acuda al centro un formador de formadores externo con una programación a cumplir, con unas tareas a desarrollar delimitadas en el espacio y el tiempo, y con la amenaza constante de que se elevarán informes sobre rendimiento de cada uno de los componentes. Lo sé, pinta muy mal y se deja poco margen para la confianza en el docente pero... partamos de la realidad hacia nuestros sueños. Primero consigamos dar un paso para después dar el otro.

Visto lo visto y vivido lo vivido, si no está el perro del Cancerbero sobre nuestros hombros, parece que no nos tomamos en serio las cosas.

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