lunes, 26 de noviembre de 2012

Un mundo de manos

La verdad es que no recuerdo la primera vez que vi a una persona sorda, supongo que era tan pequeña que no fui consciente de ello. La "segunda vez" no me produjo sorpresa pero sí muchísima curiosidad. Estaba comprando, me imagino que chuches (que si no), en una pequeña tienda que hay en mi barrio (vale, ahora en el de mi madre) y mientras esperaba ansiosa por mi bolsa apareció por la puerta el hermano de la señora de la tienda. 

Mientras que ella habla y gesticulaba, él permanecía en silencio pero movía las manos sin parar. ¿Qué era aquello? ¿Qué juego se traían entre ellos? supongo que pensé pero no le di más vueltas, la bolsa de chuches ya estaba entre mis manos. Con el tiempo descubrí que ese hermano era sordo y no podía escuchar, por lo que se comunicaba con su familia por medio de las señas. Y en mi mente surgió una idea, ¿será distinto a como nos comunicamos los que podemos escuchar?.

Esa pregunta quedó en el aire durante muchos, muchísimos años, hasta que el destino (aunque me niegue a reconocerlo) me llevó a la respuesta con las clases de Logopedia en la Facultad.

El primer alumno con déficit auditivo que tuve fue muy especial para mí. Mi niño "Alberto" me miraba con aquellos enormes ojos a lo Bambi, rodeados de una piel blanca como la nieve y unos labios rojos como las fresas. Vamos, que fue uno de mis preferidos tal vez porque sin yo saber demasiado y él menos aún (pues era una peque de cinco, seis años) nos hacíamos entender.

Aquella época pasó pero el recuerdo siempre permanece y ahora que vuelvo a tener alumnos con déficit auditivo me doy cuenta de lo importante que es la comunciación para el ser humano, para su vida, para su desarrollo y su aprendizaje. Lo importante que es el lenguaje de signos español, del papel que juega en el mundo de los chicos y chicas sordas, de la necesidad del incluir a los intérpretes en esto de la educación y la socialización.

Soy de las que opinan que es imposible saberlo todo pero no es imposible preguntarlo todo. Así que, con dudas incluidas, imparto mis clases haciéndome entender, aprendiendo pequeños signos que me ayudan en la vida diaria, siendo sensible (que no compasivo) con estos alumnos, conociendo sus particulares formas por medio de la experiencia y el día a día, y como no... aprendiendo de los que tengo a mi lado.

Está siendo toda una experiencia, la pena es que los intérpretes entren tan poco en mis clases... se nota tanto el cambio de actitud cuando acceden a la información a cuando todo esta limitado...

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