jueves, 3 de febrero de 2011

Yo te... expulso

(fuente:conelpapa.com)

Las expulsiones suelen ser bastantes frecuentes en los institutos ¿no? me pregunto en silencio. Y además, suelen estar reservadas para los mismos alumnos ¿no?, me insisto. ¿Y por qué?.
Bueno, como habrán podido deducir, suelo ser muy preguntona, me surgen dudas ante las cosas que pasan a mi alrededor y aún más, con lo que ocurre en mi trabajo.

En cursos pasados, pude codearme con un claro ejemplo de expulsión sistemática. Les describo el ejemplo (cualquier parecido con la realidad no es más que eso, realidad):
- adolescente que ha repetido algún curso de la secundaria, y alguno que otro en primaria.
- adolescente con berborrea, le encanta ser el gracioso de la clase y tener la última palabra
- les gusta sentirse el centro de atención, son conscientes de que haciendo lo que hacen no pasarán inadvertidos
- no miden, ni gradúan sus palabras y/o actos, cuanto más... mejor
- no adaptan sus actitudes a los contextos, vienen prefijados de antemano
- se aburren de forma sistemática, no les motiva nada de lo que se le proponga, solo atienden a sus necesidades, instintos y/o intereses. Ellos deciden el qué, cuándo y cómo.
- ante tanta dosis de aburrimiento comienzan a desaparecer de las aulas y del centro como si fuera un mago del teletransporte, ahora lo ves en el pasillo, después no lo ves en clase.
- el día bueno, no hace nada
- el día muy bueno, no hace nada de nada
- siempre tiene algunos lacayos, pudiendo ser "cheerleders" (animan pero no se meten en el fregado); "secuaces" (realizan el apoyo en las misiones más complejas pero nunca son la cara visible) o "bufones" (se ríen de lo sucedido pero callan ante cualquier requirimiento de la autoridad docente).

Ok, es cierto, ¡vaya ejemplar!, como diría uno: está para meterlo en una caja, ponerle un sello y tirarlo al mar (como en la película Madagascar). Claro que no facilita el día a día, claro que su actitud no ayuda en el aprendizaje, claro que te arruina la clase en menos de tres minutos, claro que te sientes agotado nada más entrar, claro que no puedes con todo, claro que TIENE SOLUCIÓN.


Otros tendrán sus teorías pero yo solo tengo la mía. Detrás de ese ejemplar, muy,muy, muy, muy en fondo existe un niño. Sí, un niño. Y como tal, tiene una historia detrás de sí.
Casi siempre con el mismo perfil:
- familia con dificultades
- problemas familiares de distinta índole
- ausencia de normas
- ausencia de referentes adecuados
- sentimiento de abandono
- estilos educativos poco adecuados
- baja autoestima, sentimiento de fracaso, desidia
- etc.


¿Tiene el docente la culpa? No. ¿Tiene el niño la culpa de que su padre muriera? No. ¿Tiene el sistema educativo la responsabilidad de atender a ese alumno? Sí.
Al final volvemos siempre al mismo punto de partida:
Los profesores no podemos con todo, y no debemos poder con todo. La educación va más allá de las puertas de los centros educativos y otras entidades deben colaborar con nosotros. Basta de papeles, hace falta una realidad, hechos consumados que reviertan en las necesidades que se observan cada día.
Cada vez que ese niño volvía de su expulsión, le preguntaba sobre ello y cual era su respuesta: me han encantado mis vacaciones.
¿Qué había aprendido? Nada. ¿Había servido de escarmiento? No. ¿Puede por arte de magia cambiar su actitud? Lo dudo bastante. ¿Tiene sentido la expulsión? Generalmente, no.


Sí, ya sé que si en el papel está recogido, es una herramienta de uso pero...
si mi perro se mea en el pasillo y a pesar de mis actuaciones sigue haciéndolo, no significa eso que hago está fallando. ¿Quién tiene la culpa, el perro?.
Desde mi humilde opinión creo que existen alternativas o podrían crearse, tiendo en cuenta del carácter autónomo de los centros, de la posibilidad de recogerlo en los planes de convivencia del centro y/o como Proyecto educativo específico.
Aquí les dejo un ejemplo de aula de convivencia y una experiencia en un centro educativo. No sé, quizás les sirva de inspiración.

No hay comentarios: