lunes, 29 de noviembre de 2010

Alerta pero... ¿qué hago con los niños?

Todo comenzó con el fenómeno del Delta, nadie crecía que podría alcanzar aquellas dimensiones huracanadas y muchos sufrieron situaciones de desesperación, miedo, impotencia y rabia. Desde entonces, y tras los cientos y cientos de reproches de los ciudadanos canarios a su administración por no avisar con antelación de lo que se avecinaba, ésta dijo: una y no más Santo Tomás. Y desde aquel día actúa con extrema precaución ante cualquier temporal.

Hasta aquí todo va bien, cualquiera que tenga una pequeña cantidad de sentido común en su cuerpo puede llegar a comprender que los organismos quieren curarse en salud, es decir, usar con buena letra ese refrán tan nuestro de "más vale prevenir que curar" y ante las informaciones de los expertos actuar en consecuencia.
¿Dónde está el problema? Pues como siempre, no llueve al gusto de todos. Y mientras que para algunos es una alivio pensar que las administraciones intentan velar por nuestra seguridad hay otros a los que le prevalece otro pensamiento: ¿Qué hago con los niños si tengo que ir a trabajar?

Cuando se toma la decisión de suspender las clases en el ámbito educativo no creo que se tome a la ligera, sino que supone un elemento básico en cualquier plan de emergencia que se precie. ¿Por qué?
1º porque la administración no se puede hacerse cargo de cientos de miles de menores repartidos por la geografía canaria
2º porque en caso de evacuación supondría un caos en los centros
3º porque con cientos de padres haciendo uso de sus vehículos particulares hacen más difícil todavía el circular por las calles en esas condiciones adversas
4º porque los atascos y aglomeraciones no permiten mejorar la situación
5º porque en caso de accidente y/o fallecimiento de un menor los padres dejan de ser comprensivos
6º porque ante cualquier problema el sistema educativo es un enemigo a vencer


Bueno y por no hablar de que no existe suficiente personal del cuerpo de seguridad para velar por el bienestar de todos los centros educativos sin desatender a los ciudadanos.


Pero claro, ¿qué hago con los niños? Todos alguna vez hemos sufrido esta situación en nuestras carnes como alumno, pues estas cosas siempre han sucedido, y todos acabamos tirando de familiares, amigos y vecinos ante la imposibilidad de llevárnoslo con nosotros o de quedarnos con ellos.

Lo que no puede ser es que los padres pongan la voz en grito cada vez que sucede algo de estas características. No pueden descalificar al profesorado por decisiones que vienen de otras esferas.

No crean que estaremos de brazos cruzados, pues en las fechas en las que estamos más de uno ya está con las notas, corrigiendo exámenes, evaluando trabajos, etc...

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